Aunque las ansias de permanecer aislado claudican a ciertas horas del día;
éste no es uno de esos momentos.
Estoy sumergido involuntariamente en un nauseabundo océano de ruidos;
la olla express insaciable parece desbordar molestia,
el cuchillo automatizado por mano humana,
está desgarrando mis escasos nervios.
Esa frigorífica enorme se queja continuamente,
queriendo hacerse presente a como dé lugar.
Metal chocando con metal, con agua,
después estrechándose con el barro,
cristales, cubiertos...
Hasta el viento desea entrar en la comparsa,
utilizando la rendija de la puerta como medio para expresarse.
Sonidos más agudos,
los veloces motores que con celeridad fiera,
pisan el pavimento de las avenidas cercanas a mi casa.
Pero eso no es todo, eso no,
lo peor de todo es el estruendo ruido que llevo dentro.
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