lunes, 28 de marzo de 2011

La casa en San José.

Quizá esta casa sea la peor cárcel, a pesar de ser un armazón, mi escudo perfecto, sus muros parecen diluirse constantemente.

Es imposible olvidarse del contacto exterior, un motor, barullo, un clacsón; esta siempre viva, en ocasiones más por fuera que por dentro.

Al cerrar su puerta, al ingresar en ella, quedo supergido en una fortaleza pétrea, la cual, con esfuerzos logra su comentido. Al interior, la casa te acoge por unos instantes, mostrando su afabilidad, más no tarda en mostrarse descortés y lanzar algún chasquido, el cual no se define si es de repulsa o de placer.

La casa adopta a sus anchas su propia dinámica, impositiva, con audacia, sabe como someter a sus huéspedes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario