Es que ya ni podemos quedarnos quietos,
sino es el crujido de mis vísceras,
es un motor en las afueras o alguno de los vetustos aparatos.
No concibo invitar a la tranquilidad,
y si en instantes te presiento,
basta el mínimo incidente para echarte de aquí.
Por eso mantengo la mirada fija en ese recogedor azul,
que contiene trozos de vidrios,
materia inerte, para nunca más servir.
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